La oportunidad
Llevo algunos años trabajando en el mundo de la tecnología y se me han presentado muchas oportunidades de crecimiento. Estas, como todo aprendizaje, han sido caracterizadas como instancias de valentía, de salir de mi zona de confort, desafíos de superación de preocupaciones que arrastro de mi vida personal y profesional, y -cómo no decirlo- de ocasiones en las que he fallado. Pero gracias a una red de apoyo profesional y la mirada adecuada, se transformaron en historias de aprendizaje y reflexión.
El año 2022 tuve el honor de ser parte del programa “Women in Leadership Development” para Chile y Ecuador (WILD Andes) que me mostró nuevos horizontes, aclaró mi visión y meta profesional y me ayudó a crecer en los desafíos que enfrento día a día. Hoy les quiero contar cuál fue el impacto de esta maravillosa experiencia.
Enfrentando desafíos
Uno de los términos que más me ha hecho sentido desde que trabajo en tecnología es "el síndrome del impostor" que se caracteriza por la dificultad de asumir los propios logros y asociarlos a coincidencias y buena suerte. Esta fue la primera barrera que tuve que traspasar al comenzar en el programa WILD, y desde ahí proyectar mi crecimiento de forma consciente.
El programa estuvo compuesto por 2 grandes ramas de trabajo: Una grupal y una personal. En la primera, tuvimos sesiones con un grupo de mujeres increíbles donde se compartieron experiencias, historias y desafíos de cada una, en un espacio donde nos sentimos identificadas con otras, pudimos empatizar y reflexionar. Por otro lado, cada una tuvo sesiones de coaching de liderazgo con una persona profesional y certificada que dio estructura y seguimiento al crecimiento y progreso del liderazgo de cada una. En estas sesiones pude visibilizar con claridad los diferentes aspectos que componen mi liderazgo y cuáles debía fortalecer.
Fue un hermoso trabajo de introspección donde, con un poco de timidez, identifiqué dónde me encuentro en los diferentes aspectos del liderazgo, como delegación, actitud positiva, comunicación asertiva, solución de problemas, inteligencia emocional, confianza en el equipo y autoconfianza. Desde ahí, con la guía de mi coach, recorrimos un camino juntas para mirar conscientemente qué mejorar y cómo hacerlo, en donde me abrió los ojos para valorar y potenciar mis fortalezas. De esta forma fui construyendo desde mi propia personalidad y esencia un liderazgo que disfruto y no solo me hace bien a mi, sino que me permite ver cómo otras personas también se descubren y crecen.
Construyendo nuevas bases
Durante el transcurso del programa, se me presentó la oportunidad de entrar a liderar un gran equipo. Fue el momento perfecto para poner en práctica todo lo que identificamos y que gracias a la metodología y estructura que llevamos, pude observar concretamente los resultados. De los mayores aprendizajes que tuve fueron:
Resiliencia: Cada una de mis experiencias que se presentan como sombras y me causan temor, en realidad son aprendizajes y camino recorrido que hoy me hacen una mejor persona y profesional. Aprendí a anclarme en el presente utilizando experiencias como peldaños para lograr mejores soluciones.
Ordenar las ideas: Al estar liderando equipos de personas, donde cada una a su vez está descubriendo y definiendo su forma de hacer las cosas, tuve que hacer un gran trabajo de estructurar lo que debía decir, cómo y cuándo. Haciendo ejercicios de roles con mi Coach aprendí nuevas herramientas para comunicar efectivamente lo que debía decir, poner atención a lo que debía escuchar y dar seguimiento al objetivo de la conversación.
Autoconfianza: Relacionado al comienzo de este artículo, dejar de lado el síndrome del impostor fue de los primeros pasos en esta gran carrera del liderazgo, tener confianza en mí misma, en que puedo ser auténtica y que estoy rodeada de personas que también quieren lograr cosas importantes y que podemos ser un equipo. Este aprendizaje significó valorar lo que puedo hacer y lo que puedo aportar.
Habilitar al crecimiento de otras personas: Esto es algo que he aprendido a lo largo de mi vida, no solo profesional, sino personal también. Disfruto enormemente cuando veo a mis hijos tomar las riendas de su vida, resolver problemas que para una pueden ser sencillos, pequeños y cotidianos, pero que para ellos son un hito que marcan un antes y un después. Lo veo en mis compañeros de trabajo, cada uno con una perspectiva de la vida tan distinta y poderosa, que son capaces de impactar organizaciones completas tan solo con expresarse con la pasión que les caracteriza. Si yo puedo aportar aunque sea granito de arena en que otros encuentren su lugar, en que disfruten compartiendo su conocimiento y en que puedan crecer entonces, esa es la prueba máxima de un buen liderazgo.
Observar y reflexionar, las claves para el crecimiento
Este proceso fue más que un programa de liderazgo, abrió espacios de reflexión y autoconocimiento que me permitieron ver y reforzar aspectos que previamente se vieron opacados. Ahora, con el apoyo adecuado de un equipo de personas que comparte genuinamente sus realidades, aprendizajes, preocupaciones, celebrando logros y acompañando en las dificultades, es cuando comienzo mi camino de liderazgo desde mi propia esencia, con un sello propio.
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